martes, 20 de noviembre de 2018

Clara Campoamor, por Laura Mañá

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El 19 de noviembre se cumplieron 85 años de la primera vez que las mujeres pudieron votar en nuestro país. A pesar de tener a prácticamente todo el mundo en contra, fue el empeño de Clara Campoamor la que consiguió que el sufragio femenino fuera una realidad en la España de 1933.

Laura Mañá fue la encargada hace 7 años de llevar este logro a la pantalla, en este caso de televisión, con una estupenda TV movie que narra, de forma concisa, sin aspavientos ni florituras todo el proceso que tuvo lugar hasta que se consiguió una votación favorable al sufragio femenino.

Muchos años tuvieron que pasar para que se le rindiera homenaje a una de las mujeres más importantes de nuestra historia. Por su fuerza de voluntad, su integridad, su esfuerzo y su trabajo. En esta ocasión, será la estupenda Elvira Mínguez la que encarne a Campoamor y la dote de la seriedad y la inteligencia que el personaje se merece, sin perder la humanidad de una mujer, adelantada a su tiempo que tuvo que luchar contra todas las trabas que le ponía la sociedad de entonces a la mujer para lo que echó mano de una personalidad arrebatadora, independiente y de una fuerza casi inquebrantable para enfrentarse a un parlamento en el que las derechas se mofaban y las izquierdas temían que el voto de las mujeres estuviera demasiado condicionado por la iglesia y los maridos.
 
El guión está basado en el libro de Isaias Lafuente, La mujer olvidada, que narra de forma novelada todo este proceso y nos devuelve a esta mujer que murió olvidada en el exilio y para la que ningún homenaje será nunca suficiente.
 
La película, además, se puede ver completa en la web de RTVE.

lunes, 23 de abril de 2018

En defensa de los correctores

Es sabido en el mundillo editorial, que una de las figuras más castigadas y peor tratadas a nivel laboral es la del corrector ortotipográfico. Su externalización precaria, ha llegado incluso a que desparezca por completo de muchas editoriales. Ello ha llevado a una dramática bajada de la calidad de las correcciones, dando al lector una pésima impresión sobre la calidad editorial.
 
Recuerdo hace muchos años, una compañera de trabajo, se indignó muchísimo porque había encontrado una errata en un libro. Una. Dijo que iba a escribir a la editorial porque eso no se podía consentir. En aquel momento no le di mucha importancia. Tal vez porque yo apenas nunca vi una errata y me pareció que una no podía ser un dramón.
 
Pero pasaron los años y los errores ortotipográficos comenzaron a proliferar, recuerdo leer un número de Fotogramas allá por el año 2004 en el que no pasaba una página que no estuviera libre de fallos.
Y poco a poco los libros que iba leyendo contenían más y más errores ortotipográficos.
 
Hasta que llegamos al momento acutal y al libro peor corregido (si es que alguna vez lo estuvo) que haya leído: Max Perkins. El editor de libros de la Editorial Rialp. Es todo un despropósito. Desde el típico error ortotipográfico, hasta faltas de ortografía tales como "hecho" del verbo hacer sin hache, o "distes" y "vistes" en lugar de "viste" o "diste", hasta comerse palabras enteras en un frase.
 
En serio, la necesidad del corrector ortotipográfico no es baladí, es más, es fundamental porque es como realizar un control de calidad y  los lectores no nos merecemos libros en tales condiciones. A fuerza de recortar costes, las editoriales se han cargado el buen hacer y han optado por el todo vale, total, si nos ahorramos el corrector quién lo va a notar.
 
Pues las personas que leemos, lo notamos y es indignante, y las muchísimas personas preparadas para corregir, deseosas de un empleo digno, también. Porque en el fondo nadie compra un jersey si le falta un punto o una taza con un desconchón. Así que, por favor, devolvamos a los correctores y correctoras su lugar (necesario e imprescindible) en el mundo editorial. Y tomémonos en serio los libros.

Porque como el propio Perkins dijo: "Nada puede tener la importancia que tiene un libro".

martes, 30 de enero de 2018

Undateable Greta

Carta abierta a Greta Gerwig

Cómo empezar. Qué decirte. Lo primero felicitarte por todas las nominaciones que has conseguido para tu película Lady Bird. Estoy deseando verla, aunque en España tendremos que esperar un poco, pues no la estrenan hasta abril. Seguro que es estupenda, y estoy deseando verla. Tú y yo sabemos que solo tienes posibilidades con el Oscar al Mejor Guion Original, tal vez Laurie Metcalf o Saoirse Ronan tengan más suerte. Sí sabemos que ha sido la nominación políticamente correcta, con la que está cayendo en Hollywood, alguna directora tenía que haber, para que nos callemos, más que nada. Sé que, probablemente te lo merezcas y sé que seguramente había por ahí muchas más directoras que también lo merecían, pero te ha tocado a ti. Entiéndeme, migajas las justas. El año que viene, les tocará a otros. Este año has tenido suerte.

Sé que lo sabes, pero también sé que aprovecharás este momento, porque no se da todos los días y aunque sean migajas, hay que comérselas. No sabemos cuándo volverá a suceder. Ójala algún día, las directoras se coman, al menos, medio pastel.

Y sabes otra cosa, que me alegro un montón por ti, porque me caes bien, porque Frances Ha es una de mis pelis favoritas y porque creo que este es el comienzo de algo grande para ti y para los que tenemos la suerte de disfrutar de tu trabajo. Porque la udateable Frances, la patosa Frances, la divertida Frances, se ha convertido en la triunfadora Greta, en la adorada Greta... así, sin hacer ruido. Con calma y sencillez y sobre todo con mucha honestidad. Sí, porque estás aquí para quedarte.

http://ladybird.movie

Mucha mierda para el 4 de marzo.

lunes, 22 de enero de 2018

Invierno



Los árboles han perdido sus hojas,
demuestran así su fortaleza,
al enfrentarse a los rigores del invierno
desnudos.

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El suelo escarchado crujía bajo sus pies.
Sus pisadas despojaban a la hierba de su tul de hielo,
asomaba verde otra vez.

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La última hoja cerró el ciclo.
El árbol miró al cielo, triste y cansado,
avergonzado de su desnudez.

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Llegado el invierno,
todavía hay árboles que lucen pudorosos sus ropajes,
hechos ya jirones,
y los muestran vanidosos
cuando el sol los ilumina y los hace refulgir.