miércoles, 23 de noviembre de 2016

NaNoWriMo, sobreviviendo... apenas

Voy mal, voy muy mal. Ya lo he dejado para el último momento. Así que debo muchas palabras al contador del NaNoWrimo, creo que llevo más litros de té bebidos que palabras escritas. Pero no pienso abandonar. Pienso seguir escribiendo hasta el último día.

El principio fue difícil. Empecé tarde, me distraía no conseguía entrar en la historia. Estos últimos días estoy cogiendo, por fin, un buen ritmo, aunque sólo sea porque estoy dando el último apretón y soy la reina del dejarlo todo para el último momento.

Aún así, no desfallezco. Creo que he pecado de pensar mucho y escribir poco. Ahora borro menos, es decir que aunque no me guste mucho la frase sigo adelante. Ya lo corregiré. Soy consciente de que cuando relea lo que he escrito me va a parecer un horror, pero bueno sabré que he sido capaz de escribir algo parecido a una novela. ¡Aunque sea impublicable!

Soy consciente de los cambios de estilo, puff. No puedo entretenerme en eso. Tengo una amiga de la protagonista embarazada y ni si quiera me acuerdo de quién es, y la pobre sigue embarazada porque no me acordé de hacerle un hueco para que diera a luz. En fin, que al final todo puede terminar siendo un despropósito. Pero no puedo pensar en ello ahora. Mi historia tiene que seguir.

Apuro los minutos, los ratos y sólo cuando sigo el consejo de Zadie Smith “no te conectes a Internet”, es cuando más avanzo y consigo sumergirme en la historia. En fin, que ya sólo queda menos de una semana y a mí me queda más de la mitad para cumplir el reto. Tengo que seguir, porque lo voy a conseguir.


viernes, 11 de noviembre de 2016

Hay un lugar mágico en París


Cuenta la leyenda que hay un lugar mágico en París. Un lugar pequeño, viejo, con un cierto desorden, un lugar lleno de libros. Según dicen esta librería la abrió un señor americano, un tal George Whitman enfrente de Notre Damme, en la ribera izquierda del Sena, la más bella de París. La llamó Le Mistral en 1951, pero pasados unos años, en abril de 1964, en el 4º centenario del nacimiento de William Shakespeare le cambió el nombre. Y recuperó el de una librería especializada en literatura de habla inglesa Shakespeare and Company, que abrió en 1919 una mujer, también americana como él.

Los más viejos del lugar, recuerdan aquella primera Shakespeare and Company que abrió aquella mujer de New Jersey, Sylvia Beach, y que se convirtió, en los años 20, en todo un referente literario y cultural de aquel París de entreguerras. Por allí, primero en la rue Dupuytren y después en el número 12 de la rue de l’Odéon, pasaron los grandes nombres de la literatura, el arte y la intelectualidad de la época: Ezra Pound, Gertrude Stein, Man Ray, Scott Fitzgerald. También se cuenta, que Sylvia Beach no era sólo una apasionada librera si no que publicó en 1922 el Ulysses de James Joyce que había sido prohibido en Estados Unidos y Gran Bretaña, y que también se implicó en la publicación del primer libro de su compatriota Ernst Hemingway: Three Stories and Ten Poems. Dicen que tuvo que cerrar durante la ocupación de Francia en 1941, según la leyenda porque se negó a venderle a un oficial alemán la última copia de Finnegans Wake de Joyce.

No cabe duda, que George Whitman fue un digno sucesor de Sylvia Beach pues impregnó a su librería del espíritu inquieto de aquella estupenda mujer y tardó poco tiempo en que el nuevo Shakespeare & Co se convirtiera en la viva imagen de aquel primer proyecto interrumpido por la barbarie de la guerra; por ella pasaron Allen Ginsberg, Gregory Corso, William S. Burroughs, Anaïs Nin, Julio Cortázar, Richard Wright, Lawrence Durrell, Max Ernest, Bertolt Brecht entre otros muchos.

Lo más sorprendente de todo es que quien ha estado allí afirma que la librería esconde camas y lugares donde escritores de todas partes del mundo pasan temporadas ayudando en la tienda y escribiendo, los llaman los Tumbleweed y fue el propio Whitman el que, desde un primer momento abrió las puertas de su librería a escritores invitándoles a dormir en improvisadas camas pegadas a las estanterías. Los tres requisitos que se les exige: leer un libro al día, ayudar en la tienda y escribir una página autobiográfica para los archivos de George Whitman.


Para mí, la visita a Shakespeare&Co estuvo llena de emoción. Porque nadie te ha hablado de ella, ni te ha dicho que la visites, pero tú has descubierto su existencia, has leído sobre ella y quieres pisar ese suelo, quieres ver esas angostas habitaciones decoradas con abarrotadas estanterías, quieres oler los libros, quieres sentir la historia de la literatura contemporánea, quieres haber estado allí. Por unos momentos, por unos minutos has formado parte de ese lugar tan especial. Has visto las camas camufladas, has leído las notas que han dejado los que allí han pernoctado, has escuchado el piano que, de forma espontánea alguien ha tocado, has mirado por las ventanas del patio, has tomado fotos furtivas y te has sido feliz, porque sabes que como gran amante de los libros y de las librerías ése es el lugar donde tienes que estar al menos una vez y quién sabe si más.

Las fotos furtivas, sin flash y sin molestar.









martes, 8 de noviembre de 2016

NaNoWriMo o Cómo escribir una novela en 30 días y no morir en el intento

Con el mes de noviembre, llegan los días cortos, el frío, la lluvia. En general es un mes desapacible, un mes un poco soso, le preludio de diciembre con son vorágine navideña y antes de llegar ahí ¿qué se puede hacer?, ¿en qué ocupar las largas tardes oscuras?, ¿los cortos días del fin de semana? Pues allá por 1999 hubo un estadounidense que se juntó con 30 amigos y decidieron que cada uno escribiría una novela. El reto: 50.000 palabras en 30 días. Años después se convirtió en el National Novel Writing Month. En estos últimos años, la participación se ha extendido por todo el planeta y puede participar cualquiera, en España los wrimos están a tope. De forma oficial, te puedes inscribir en su web e ir volcando cada día las palabras escritas para ver el progreso. Te envían consejos, trucos e incluso hay quedadas para escribir.

Este reto, en el fondo, es más personal que artístico. Es decir, poca literatura buena va a salir de aquí cuando lo que prima es la cantidad, cuando la mayoría apenas le podemos dedicar una o dos horas al día, por lo que hay que escribir rápido y con muchas concesiones a la forma. Pero lo importante es que cuando termine el mes, tendrás algo, mejor o peor con lo que seguir trabajando después y convertirlo en un trabajo superior, o simplemente te habrás demostrado a ti mismo que puedes escribir todos o casi todos los días, que puedes dar forma a una historia y que, aunque esto que has escrito sea una bazofia, te ha servido de entrenamiento para creértelo y comenzar a escribir algo mucho mejor.

Yo me he apuntado al reto. Empecé 4 días tarde, así que voy con cierto retraso. Algo que tengo que mejorar en los días venideros. Por supuesto es una novela fácil, sin pretensiones, algo del tipo para leer en el metro o en un viaje en avión. Pero claro, es lo primero que escribo de verdad y tampoco hay que tener muchas pretensiones. Es ante todo un reto personal más que literario. Un reto que me gustaría completar por mí misma, para decirme que puedo hacerlo, independientemente de su calidad (eso ya vendrá después).

De momento, he tenido momentos de auténtica inspiración, en la que apenas me costaba escribir y hacer avanzar la historia y momentos en los que me atascaba y me agobiaba, viendo cómo el reloj avanzaba y mi número de palabras se quedaba atascado. Pero bueno, supongo que tiene que ser así y que, tendré que ir lidiando con esos momentos de sequía. Actualmente llevo escritas 3.317 palabras, según el contador de NaNoWriMo, con esta media terminaría de escribir el 1 de marzo. En fin, que me quedan los días más duros si realmente quiero conseguir mi reto.

Por cierto, este post tiene 480 palabras, debería contar para la estadística de hoy ¿no?

jueves, 3 de noviembre de 2016

Cartas a Mathilde



Cuando tienes la oportunidad de acercarte a una persona desconocida, sin apenas información sobre ella, se te obsequia con el maravilloso regalo del descubrimiento, del ir conociendo poco a poco, del ir aprendiendo, del querer saber más, del coger cariño a esa persona que de repente entra en tu vida y se convierte en un nuevo referente para ti. Eso es lo que me ha pasado con Mathilde Pomès, una completa desconocida para mí, y para la mayoría de los mortales, pero que resultó una persona fundamental para la difusión y las letras españolas en Francia. Cuando, a principios del siglo XX, España era todavía un lugar exótico, atrasado, pobre… para el resto de Europa, Mathilde se dejó fascinar y se convirtió en nuestra más entusiasta embajadora.

La labor de Mathilde como hispanista fue importantísima para la difusión de nuestras letras, sobre todo en Francia, ya que tradujo no sólo a autores contemporáneos si no también a Miguel de Cervantes o Calderón de la Barca. Además, tuvo una carrera propia como escritora, sobre todo como poetisa.

En estos días, y hasta el 8 de enero, la Biblioteca Nacional ofrece una interesante exposición sobre ella. Una exposición que gira alrededor de la vasta correspondencia que mantuvo con 160 personas de la cultura española durante la primera mitad del siglo XX y alguna figura de la intelectualidad hispana de América. El corpus epistolar lo componen más de 1.000 cartas, de las que sólo una muestra se puede apreciar, pero que nos da una idea lo que fueron aquellos años, sobre todo los anteriores a la Guerra Civil, de la riqueza intelectual y cultural que de la cultura hispana.



En la exposición se reúnen cartas de Falla, Unamuno, Azorín, Gómez de la Serna, Lorca, Vicente Aleixandre o Zenobia Camprubí, así como también una interesante muestra de la correspondencia que mantuvo con Margarita Bonmatí, esposa de Pedro Salinas. Se acompaña de fotografías, cartas manuscritas o mecanografiadas, dibujos y partituras musicales, y podremos descubrir pequeñas curiosidades de la trastienda de la época como, por ejemplo, que fue ella la que hizo posible que Salinas consiguiera la plaza de Lector de Español en la Sorbona de París. Que Zenobia Camprubí fue una de las primeras mujeres en España que tuvo carnet de conducir.  Que era ella la que conseguía encajes e hilo para la tienda de Arte Popular Español que abrió Zenobia en Madrid, y que además, se encargaba de hacer llegar la mercancía a la clientela francesa. O que a Jorge Guillén no le hacía ninguna gracia Pérez Galdós, reflejándolo en una carta escrita a Mathilde a la muerte del escritor, bosquejando un retrato bastante negativo de éste. Vicente Aleixandre le escribió: “Tú sí que eres el verdadero cónsul General de la Poesía Española en Europa” y con ese “nombramiento” se la conoció.

En 1931 le rindieron homenaje en el restaurante Buenavista, de aquel evento quedan alguna fotografía, y postales que le dedicaron Lorca, Salinas, Cernuda, entre otros asistentes, y de la cual se exponen objetos que documentan el mismo.



Merece la pena pues acercarse a esta brillante mujer, que contribuyó con su ingente trabajo a dar una visión más amable y con mayor estima de nuestro país, cuando en Europa todavía sonábamos a pandereta. Ahora sólo falta esperar a hacerle justicia de verdad y traducir, como ella hizo con nuestra poesía, la suya propia para que nosotros la podamos disfrutar y a publicar todo ese epistolario tan fundamental para seguir conociendo con mayor profundidad una de las épocas más brillantes de las letras españolas.