Es sabido en el mundillo editorial, que una de las figuras más
castigadas y peor tratadas a nivel laboral es la del corrector ortotipográfico. Su externalización precaria,
ha llegado incluso a que desparezca por completo de muchas editoriales.
Ello ha llevado a una dramática bajada de la calidad de las
correcciones, dando al lector una pésima impresión sobre la calidad
editorial.
Recuerdo hace muchos años, una compañera de
trabajo, se indignó muchísimo porque había encontrado una errata en un
libro. Una. Dijo que iba a escribir a la editorial porque eso no se
podía consentir. En aquel momento no le di mucha importancia. Tal vez
porque yo apenas nunca vi una errata y me pareció que una no podía ser
un dramón.
Pero pasaron los años y los errores
ortotipográficos comenzaron a proliferar, recuerdo leer un número de
Fotogramas allá por el año 2004 en el que no pasaba una página que no
estuviera libre de fallos.
Y poco a poco los libros que iba leyendo contenían más y más errores ortotipográficos.
Hasta
que llegamos al momento acutal y al libro peor corregido (si es que alguna vez lo estuvo) que haya leído: Max Perkins. El editor de libros de la Editorial Rialp. Es todo
un despropósito. Desde el típico error ortotipográfico, hasta faltas
de ortografía tales como "hecho" del verbo hacer sin hache, o "distes" y
"vistes" en lugar de "viste" o "diste", hasta comerse palabras enteras en un
frase.
En serio, la necesidad del corrector ortotipográfico
no es baladí, es más, es fundamental porque es como realizar un control
de calidad y los lectores no nos merecemos libros en tales condiciones.
A fuerza de recortar costes, las editoriales se han cargado el buen
hacer y han optado por el todo vale, total, si nos ahorramos el
corrector quién lo va a notar.
Pues las personas que leemos,
lo notamos y es indignante, y las muchísimas personas preparadas para corregir, deseosas de un empleo digno, también. Porque en el fondo nadie compra un jersey si
le falta un punto o una taza con un desconchón. Así que, por
favor, devolvamos a los correctores y correctoras su lugar (necesario e
imprescindible) en el mundo editorial. Y tomémonos en serio los libros.
Porque como el propio Perkins dijo: "Nada puede tener la importancia que tiene un libro".