miércoles, 18 de enero de 2017

La la land, por los locos que sueñan

Yo empecé a amar el cine a una edad que me resulta demasiado temprana para recordar, pero lo que puedo asegurar es que fue gracias a las películas de la época dorada de Hollywood, con Cary Grant, con Katharine Hepburn y Spencer Tracy, con Bette Davies, con Paul Newman, con James Stewart por citar algunos. Y por supuesto, si amo el cine la culpa la tienen las películas musicales. Que con 12 años prefiriera adorar a Fred Astaire o Gene Kelly antes que a Michael Jackson o a John Travolta, me convertía en bicho raro, pero yo crecí con aquellos musicales fantásticos que me siguen encantando y que veía una y otra vez. Yo siempre me sentía un poco como la Cecilia de La Rosa Púrpura de El Cairo que miraba absorta cómo Fred Astaire y Ginger Rogers se enamoraban bailando Chick to chick de Irving Berlin.


Así que lo más echo de menos en el cine es que no se hagan musicales, porque en los musicales reside toda la magia que el cine nos puede regalar. Porque sí, el cine refleja la vida y la reinterpreta, pero cuando la vida se reinterpreta con música todo cambia. Porque todo lo que ocurre en la vida lo podemos encontrar en el cine, menos a gente cantando y bailando por la calle y por eso la vida es mágica en el cine y por eso, lo mejor para evadirse por unas horas de este mundo aterrador e incierto en el que vivimos es disfrutar de un musical y creer que sí, que se puede bailar en las estrellas. Y por ello cuando algún loco se atreve a hacer un musical irremediablemente tengo que verlo. Al joven director Damien Chazelle le debemos que ahora podamos disfrutar de una película tan memorable como La la land, y a su compositor Justin Hurwitz que podamos disfrutar de una banda sonora que no se puede dejar de escuchar, la pareja responsable de la genial Whiplash. Con talentos así, todavía hay esperanza para el cine.



Sí, como todo el mundo está diciendo, La la land recupera el mejor cine musical, le rinde el mejor de los homenajes posibles y lejos de parecer una película anquilosada en el tiempo por el uso de antiguos recursos como cortinillas o fundidos a negro, la convierte en una película totalmente fresca y actual, donde el más refinado lenguaje audiovisual se pone al servicio de la historia y de su música. No es sólo un musical, es cine del bueno, del que sólo se puede disfrutar en el cine en Cinemascope. La película es una oda al cine clásico y al jazz, porque es puro jazz, porque, en realidad, los musicales de los 30, 40 y 50 eran puro jazz gracias a las composiciones de Irving Berlin, los hermanos Gershwin, Cole Porter o Leonard Bernstein.



Creo honestamente que Fred Astaire estaría orgulloso por cómo están filmados los números de baile, en plano general, sin fragmentar al bailarín en planos cortos, como él exigía, Gene Kelly adoraría el audaz y complejo número con el que abre la película (que parece ser un impresionante plano secuencia) y el homenaje descarado a sus números finales de películas como Cantando bajo la lluvia y un Americano en París.



Se suele decir que falta originalidad en el cine de Hollywood actual, con sus mil adaptaciones, sus vergonzantes remakes y entonces llega un director brillante con un compositor aún más brillante y se sacan de la manga una película preciosa, estilizada, elegante, brillante, melancólica y llena de vida a la vez. Una película que sus protagonistas Emma Stone y Ryan Gosling elevan a lo más alto del cine actual con su carisma y naturalidad, con su pasión y su profesionalidad. La la land se merece todos los premios que pueda ganar en la temporada que ahora comienza (confío en que lo de los Globos de Oro no se quede en anécdota).


Por cierto, estoy deseando volver a verla. Mientras, escucho su música en una especie de sinfin obsesivo.


1 comentario:

  1. La la land se convertirá por derecho propio en una de esas películas que, o la odias o te encanta. Personalmente, me encanto, todo en ella es perfecto, no hay nada que se pueda criticar. Lo único, si cabe, que sabes que en algún momento se va a acabar y la magia se ira cuando se enciendan las luces de la sala y se apaguen "Las estrellas de la ciudad"; Las del cielo, las otras, no se si brillan o es leyenda.

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