jueves, 25 de octubre de 2012

Oliver Twist

Tal vez Oliver Twist sea uno de los personajes más famosos de la literatura universal, un personaje que está en el imaginario colectivo de todos como el Quijote, Anna Karenina, Lolita o el jorobado de Notre Damme. Personajes, más conocidos por sus andanzas cinematográficas, televisivas o mercantilistas, que por habernos sumergido en la fuente de su origen: el libro. Por supuesto, me pasó con Oliver. Había visto versiones cinematográficas, el musical y escuchado mil referencias y alabanzas de su semblanza. Por fin, me acerqué al libro y me cautivó. Se puede decir que es la primera novela de Charles Dickens, que escribió en entregas, como era costumbre en la época, y que redactó a la vez que los Papeles póstumos del club Pickwick.


A la par que terminaba de leer las peripecias del pequeño huérfano, iba leyendo la biografía de referencia de Dickens, El observador solitario, de Peter Ayckroid, así que pude comprender cómo está escrita y el porqué el estilo del principio no tiene nada que ver con el final.

Oliver Twist se puede considerar una novela de juventud en su primera parte y una novela de madurez en la segunda mitad. Durante el periodo que duraron las entregas de esta universal historia, la propia historia personal de Dickens pasó de la felicidad casi absoluta (con matrimonio incluido) a la tristeza más profunda debido a la muerte de su cuñada, Mary Hoggarth, con apenas 16 años. Ambos estaban muy unidos y Mary pasaba largas temporadas en casa de su hermana y su cuñado. La adoración que él sentía por ella era más que evidente y su repentina muerte fue un revés muy duro para la familia Dickens y en especial para el escritor. Este punto de inflexión está presente en la novela, y Mary aparece claramente retratada en el personaje de Rose Maylie.

Así, la socarronería, los sarcasmos, el ritmo veloz y trepidante,  las anécdotas, incluso las dosis de comicidad de los primeros capítulos dejaron paso a un estilo más sosegado, grave, dramático. En los primeros capítulos, somos más conscientes del narrador, en la segunda parte, es más omnisciente. Con descripciones más elaboradas y personajes más lúgubres. De hecho, leer Oliver Twist constituye un proceso en sí mismo, lo cogemos con el ansia del niño al que le dan una piruleta, apenas nos da tiempo a saborearlo, queremos leer más y más, hasta que poco a poco, comenzamos a saborearlo, ya no tenemos tanta urgencia, no hay tanta intriga en su trama, ahora la clave es el disfrute, la templanza y la tristeza al saber que se nos acaba. La primera parte es como una serie de televisión, la última parte es como una película.

Pasados unos años de su publicación por entregas, Dickens volvió a revisar la obra para su edición como novela. Aún así, su estructura sigue sin ser perfecta y mantiene el impulso, la frescura y el ímpetu del escritor joven, novel. Tal vez en su imperfección radique su éxito y su leyenda, en este caso la pasión gana a la perfección.

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