viernes, 11 de noviembre de 2016

Hay un lugar mágico en París


Cuenta la leyenda que hay un lugar mágico en París. Un lugar pequeño, viejo, con un cierto desorden, un lugar lleno de libros. Según dicen esta librería la abrió un señor americano, un tal George Whitman enfrente de Notre Damme, en la ribera izquierda del Sena, la más bella de París. La llamó Le Mistral en 1951, pero pasados unos años, en abril de 1964, en el 4º centenario del nacimiento de William Shakespeare le cambió el nombre. Y recuperó el de una librería especializada en literatura de habla inglesa Shakespeare and Company, que abrió en 1919 una mujer, también americana como él.

Los más viejos del lugar, recuerdan aquella primera Shakespeare and Company que abrió aquella mujer de New Jersey, Sylvia Beach, y que se convirtió, en los años 20, en todo un referente literario y cultural de aquel París de entreguerras. Por allí, primero en la rue Dupuytren y después en el número 12 de la rue de l’Odéon, pasaron los grandes nombres de la literatura, el arte y la intelectualidad de la época: Ezra Pound, Gertrude Stein, Man Ray, Scott Fitzgerald. También se cuenta, que Sylvia Beach no era sólo una apasionada librera si no que publicó en 1922 el Ulysses de James Joyce que había sido prohibido en Estados Unidos y Gran Bretaña, y que también se implicó en la publicación del primer libro de su compatriota Ernst Hemingway: Three Stories and Ten Poems. Dicen que tuvo que cerrar durante la ocupación de Francia en 1941, según la leyenda porque se negó a venderle a un oficial alemán la última copia de Finnegans Wake de Joyce.

No cabe duda, que George Whitman fue un digno sucesor de Sylvia Beach pues impregnó a su librería del espíritu inquieto de aquella estupenda mujer y tardó poco tiempo en que el nuevo Shakespeare & Co se convirtiera en la viva imagen de aquel primer proyecto interrumpido por la barbarie de la guerra; por ella pasaron Allen Ginsberg, Gregory Corso, William S. Burroughs, Anaïs Nin, Julio Cortázar, Richard Wright, Lawrence Durrell, Max Ernest, Bertolt Brecht entre otros muchos.

Lo más sorprendente de todo es que quien ha estado allí afirma que la librería esconde camas y lugares donde escritores de todas partes del mundo pasan temporadas ayudando en la tienda y escribiendo, los llaman los Tumbleweed y fue el propio Whitman el que, desde un primer momento abrió las puertas de su librería a escritores invitándoles a dormir en improvisadas camas pegadas a las estanterías. Los tres requisitos que se les exige: leer un libro al día, ayudar en la tienda y escribir una página autobiográfica para los archivos de George Whitman.


Para mí, la visita a Shakespeare&Co estuvo llena de emoción. Porque nadie te ha hablado de ella, ni te ha dicho que la visites, pero tú has descubierto su existencia, has leído sobre ella y quieres pisar ese suelo, quieres ver esas angostas habitaciones decoradas con abarrotadas estanterías, quieres oler los libros, quieres sentir la historia de la literatura contemporánea, quieres haber estado allí. Por unos momentos, por unos minutos has formado parte de ese lugar tan especial. Has visto las camas camufladas, has leído las notas que han dejado los que allí han pernoctado, has escuchado el piano que, de forma espontánea alguien ha tocado, has mirado por las ventanas del patio, has tomado fotos furtivas y te has sido feliz, porque sabes que como gran amante de los libros y de las librerías ése es el lugar donde tienes que estar al menos una vez y quién sabe si más.

Las fotos furtivas, sin flash y sin molestar.









1 comentario:

  1. Preciosa la librería. Un pequeño reducto irreal dentro de la vorágine de la urbe. Seguro que provoca grandes sensaciones.

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