martes, 20 de enero de 2015

De leyendas artúricas

Si Steinbeck no pudo terminar de escribirlo, no veo porque deba terminar de leerlo yo.

Hace muchos, muchos años, allá por los comienzos de la década de los 90 mi amiga del instituto me habló de este libro. Que por qué me acuerdo de éste y no de otros, supongo que porque me fascinó que se lo leyera del tirón durente una noche y fuese a clase sin dormir. Tengo que reconocer que aluciné bastante. Me pareció un gran prodigio y comprendí, que en cierto modo, ese era un gran ejemplo de rebeldía. Pero, sobre todo, me preguntaba: ¿tan apasionantes eran las aventuras del rey Arturo y sus caballeros?

Cuenta Steinbeck, que cuando él leyó el libro de Thomas Malory, La muerte de Arturo, que recopila las historias y leyendas artúricas, le gustó mucho, se enamoró de los vocablos antiguos y de la sintáctica del siglo XV y decidió reescribirlo con un lenguaje más actual, para que pudieran disfrutar de dichas leyendas las nuevas generaciones nacidas en el siglo XX, que probablemente, educados en una cultura visual, no sentirían la misma fascinación que él sintió por la palabra escrita. Steinbeck lo tituló Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros y el libro que fascinó a mi amiga, no consiguió encandilarme a mí. Al principio me parecía entretenido, tuve algún amago de enganche, pero nada.

En cualquier caso, no se puede decir que sea una lectura inútil, es más, debería de ser obligada para entender muchas de las mitologías modernas de las narraciones contemporáneas que han basado su iconografía, sus códigos de conducta y sus tramas en estas leyendas de la Edad Media. Lo curioso es que cuando estaba a punto de abandonar, justo cuando comenzaba a centrar la narración en el triángulo amoroso entre Arturo, Lacelot y Ginebra (si es que se le puede llamar así), la narración se corta y el libro queda inconcluso.

Pero lo más interesante, al menos para mí, es lo que viene después, una recopilación de cartas entre Steinbeck y sus editores en las que narra todo el proceso de gestación y documentación que llevó a cabo a la hora de preparar la novela que nos ocupa. Las leí con gran avidez y con cierta envidia por sus viajes por Inglaterra visitando Gales, Glastonbury, Warwickshire, buscando paisajes donde podrían haber ocurrido la historia y documentándose en universidades y bibliotecas. Yendo a Italia y de vuelta a Estados Unidos para intentar dar forma a la ingente cantidad de material que consiguió recopilar. Según sus propias palabras, quería saber todo lo que sabía Malory, así como sus sentimientos, pero también lo que probablemente no sabía. Y quiso recrear los sentimientos y actitudes del siglo XV en el que escribió Malory, porque consideraba que, aunque distintas a las contemporáneas, serían perfectamente comprensibles para el hombre moderno.

La lástima es que la serie de correspondencia tampoco da explicación a por qué no concluyó un proyecto que le consumió tantas energías, tanto tiempo y esfuerzo y, que realmente le tenía absorbido. Así que siempre nos quedará el deleite, para quien le gusten las historias de caballeros y de honor.

"Dios sabe qué terribles son la lanza y la espada. Por esa razón, al caballero que las lleva se le enseñan primero la piedad, la justicia, la missericordia y sólo en último término el uso de la fuerza." Sir Lancelot

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